viernes, 16 de noviembre de 2012
EL DONATIVO DE AMANCIO ORTEGA...LA GRAN HIPOCRESIA
Sé que mi post de hoy no va a estar entre los más populares, y que probablemente mucha gente no se va a sentir identificada con mis palabras, ni con mis argumentos. Y es que ¿Cómo no celebrar la decisión de este empresario que encabeza la lista de multimillonarios del mundo de donar nada menos que 20 millones de euros? Por supuesto, no seré yo quien los menosprecie, toda acción solidaria es bienvenida. Pero mi reflexión va más allá de esta millonada, que a mi se me escapa y casi no soy capaz de equipararla a pesetas. Se trata de que este señor encarna en su acción la beneficencia de siglos anteriores, cuando el Estado encargaba a la Iglesia el bienestar social, y era ésta la que se encargaba de repartir entre los pobres la limosna recibida de los ricos. Mi sensación es la de ir marcha atrás a pasos agigantados. ¿Este es el Estado al que aspiramos? ¿Al de la limosna? ¿Qué pasa con el Estado del Bienestar que tanto sudor, lágrimas y esclavitud nos ha costado llegar? Tengo la sensación de estar en manos de los que se identifican con esta situación, de quienes nos recortan de todos nuestros derechos sociales, dejándonos al cobijo de la caridad y de la beneficencia más recalcitrante, como si no tuviésemos derechos más que ganados y consolidados. Yo creo en un Estado que se ocupa de sus ciudadanos, y no los deja a los pies de los caballos en las peores situaciones, ni los deriva al criterio de los ricos, que donan su calderilla para limpiar sus conciencias. Ahora vamos directos a la figura de Ortega. Si tan concienciado está con la miseria que estamos sufriendo, ¿Por qué no abre sus fábricas en su propio país? ¿Por qué no contrata mano de obra española para sus factorías? ¿Por qué no acaba con el trabajo infantil? Así no tendríamos que recibir con ovaciones y con reverencias sus 20 millones, nos los ganaríamos nosotros con nuestro trabajo, y no dedicaríamos minutos de radio, ni de televisión, ni rellenaríamos páginas y páginas celebrando su buena obra. Sirva por lo menos la mía, para no hacerlo.
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